lunes, 6 de octubre de 2014

El eterno retorno de las kakistocracias

Leer a los columnistas argentinos de ahora es como revisar las secciones de opinión de la prensa venezolana de hace pocos años. Se siente la indignación ante un gobierno (el argentino) que está destruyendo las instituciones, acabando con la división de poderes, y que hunde al país en la crisis económica y social más profunda de la historia con el único objetivo de mantenerse en el poder. En Venezuela ya quemamos esa etapa, los cierres de medios de comunicación ya no son noticia, ahora los compran; y los casos de corrupción tampoco interesan a nadie, son lo común, nuestro día a día; es el sistema a través del cual nos movemos y que nos permite sobrevivir, precariamente. Alberto Medina Mendez, comunicador y articulista argentino, publica su artículo de esta semana titulado: “Ocultar el problema no lo resuelve”. Donde explica esa impenitente manía de los malos gobiernos de querer ocultar la realidad cuando no pueden o no saben manejarla. Aquí hemos superado ese estadio, ya los problemas son inocultables, hasta para el gobierno, y cuando eso sucede lo que queda es delegar la responsabilidad; es decir, el problema no existe, y si existe no es culpa de nosotros, sino de una conspiración internacional engranada con factores internos y que buscan, en último término, acabar con el gobierno. La escasez de productos es por el bachaqueo, la no-crisis económica es por la “guerra economica”, y la crisis del sistema de salud aún está en la fase de negación.

Es lo que hemos calificado aquí como el gobierno del “caradurismo” y que cuenta con ideas emblemáticas como la referente a la crisis aérea venezolana, enunciada por el ministro Graterol y que indicaba que la crisis aérea venezolana se debía a la desviación de vuelos hacia Brasil por el mundial de fútbol del 2014. O la de Rafaél Ramirez diciendo que “la economía venezolana se mantiene invulnerable” contrastando con el que sí fue titular de varios diarios y que indica que la S&P bajó la calificación a Venezuela a “CCC+” por la alta inflación y una posible contracción en la economía del 3,5%, para el 2014.

Todo esto avala la tesis de que Venezuela ha configurado un nuevo y eficiente modelo para que un gobierno, sin importar lo malo que sea, pueda mantenerse indefinidamente en el poder. Es un modelo de exportación que está teniendo muy buena aceptación en países de la región; lo vemos por sus noticias y por las alarmas que encienden intelectuales y académicos. Todo esto, rescatando algunas estrategias intimidatorias del exitoso modelo cubano, y que han sabido adaptar a una economía con altos ingresos petroleros.

domingo, 21 de septiembre de 2014

En política nada es al azar

Para la oposición, la política es blanco o negra, no acepta matices, siempre es maniqueista y por lo tanto todo lo que viene del gobierno es malo. Basta que el gobierno dé un paso atrás y creen que están ganando terreno, porque no han entendido aquello de que el fin justifica los medios o que para alcanzar ciertos objetivos a veces hay que avanzar en zigzag. Para esta ilusa oposición el gobierno actúa de manera improvisada, con visión cortoplacista y sin proyecto político. Más bien pareciera que el único grupo político con un proyecto de país es precisamente el gobierno, lo ha manifestado públicamente, ha presentado documentación al respecto, y ha sido consecuente con la ejecución del mismo. Más allá de los desaciertos que hayan podido acumular en este tiempo, y de las torpezas con las que algunas acciones parecieran llevarse a cabo, el balance general para el gobierno no ha sido malo; todo esto si consideramos como fundamento básico de que el único proyecto importante para el gobierno es mantenerse en el poder, y toda la realidad y sus acciones políticas para modelarla están en detrimento de ese objetivo perpetuo. La oposición, en cambio, no tiene nada; luce desarticulada y ahogada en sus intereses, muchos de ellos con rabos de paja, y con una cultura política escasa o premoderna; lo que les impide, no sólo entender la realidad, sino ofrecer una respuesta oportuna ante la crisis.

Al margen de la diatriba política está la gente, la gente que según el IVAD es un 68,5% que padece los problemas de la escasez, la inflación (41,9%) y la inseguridad (72,3%), y que no los mueve ninguna idea política sino la necesidad de sobrevivir y el principio de conservación, gente que no entiende de izquierdas ni de derechas, sino de aumentos de precio y de cronogramas de racionamiento eléctrico.

Según el gobierno, las colas de gente esperando para comprar productos básicos son alentadas por la oposición con el fin de desestabilizar y crear caos, y para la oposición, el aumento de la gasolina es un punto de honor con el cual cumplirán sus profecías, y mientras tanto desatienden el aumento de otros productos básicos cuyo impacto es igual o mayor. Tanto la oposición como el gobierno piensan que todo el país está pendiente de lo que hacen y dicen, cuando las encuestas demuestran que la desafección política (para todos los bandos) es cada vez mayor.

domingo, 7 de septiembre de 2014

La electricidad del siglo XXI

Con tantas carencias que tenemos actualmente en Venezuela (desde la escasez de alimentos y productos básicos, pasando por la crisis del sistema de salud y hasta llegar a la crisis del sistema eléctrico nacional), hablar del deterioro en los sistemas que sostienen el servicio de Internet pareciera algo superfluo; sin embargo, hay gente para todo, y algunos de ellos trabajan para la Internet World Stats, una organización internacional sin fines de lucro que se encarga de recoger y analizar todos los datos y estadísticas relacionadas con la penetración de Internet en todos los países, velocidades de conexión, número de usuarios y cualquier otro dato que pudiera ser de interés en el análisis del impacto de las Tecnologías de la Información y Comunicación en el planeta. Según datos recientemente publicados por dicha organización, Venezuela reposa en el último lugar de Suramérica en lo que refiere a velocidad de acceso a Internet, con una velocidad promedio de 1,7 Mbps, por debajo de Bolivia, que se estanca en el segundo lugar con una velocidad promedio de 1,85 Mbps.

Podríamos reflexionar ampliamente sobre la evolución de las tasas de velocidad en el planeta desde que Internet se comenzó a popularizar a finales de los años 90 y cómo una tasa promedio de menos de 2 Mbps fue superada en Asia hace más de 10 años; sin embargo, la calidad del servicio de Internet, además de la velocidad de acceso implica muchas cosas más, podríamos resumir varias de ellas con la palabra “estabilidad”. Como es un elemento multifactorial es difícil ponderarlo para poder hablar en términos numéricos de la degradación en la estabilidad del servicio de Internet en Venezuela, mucho más cuando los referentes son estas organizaciones internacionales que sólo pueden manejar datos externamente medibles o provistos por organismos públicos de cada país. Podremos imaginar la puntualidad de Venezuela al proveer estas cifras relacionadas con Internet, cuando las cifras de inflación publicadas por el BCV y por mandato constitucional, no llegan.

La crisis en la estabilidad del servicio de Internet en Venezuela toca muchos puntos, a las empresas de telecomunicaciones públicas y privadas, a los usuarios caseros y empresas, y a los medios de acceso inalámbricos y por cable. Sus causas son muchas, la falta de oferta y de competencia, lo cual desemboca, inexorablemente, en un desincentivo por parte de las empresas en tratar de ofrecer un mejor servicio; y la falta de dólares que afecta todos los ámbitos de la vida nacional y que las empresas de telecomunicaciones necesitan para poder importar nuevos equipos o hacer mantenimiento a las plataformas existentes, por nombrar las más evidentes. Lo que sí es cierto y entendemos todos los que pasamos gran parte del tiempo en la web, es que Venezuela tiene uno de los servicios de Internet más pobres del planeta, no solo de Suramérica. La estabilidad del servicio es pésima, en los proveedores públicos y en los privados, en el acceso alámbrico y en el inalámbrico o móvil. Las empresas privadas se desgastan en luchas legales para las autorizaciones de operación en los canales de comunicación que requieren, el resto de sus energías las queman logrando las tramitaciones de divisas necesarias para poder operar aunque sea mínimamente, y todo esto bajo la amenaza constante de expropiación, cierre, o una venta imprevista por parte de los grupos económicos que están detrás de estas corporaciones y que, lógicamente, buscan defender sus intereses en un país donde las leyes cambian todos los días y nadie las respeta.

Internet es la “electricidad” del siglo XXI. No es posible concebir, actualmente, ningún desarrollo económico importante que no pase por el establecimiento de Internet como una infraestructura básica. Lamentablemente, en Venezuela, no hemos superado ni la estabilización del sistema eléctrico nacional, ni mucho menos el desarrollo de un servicio estable de Internet para sus usuarios.

La tiranía del presente

Hay una disposición natural en los sistemas de organización social que los incapacita para manejar la relación de la sociedad con su futuro. Un contexto de excesiva incertidumbre como el que vivimos actualmente es difícilmente interpretable por un sistema o conjunto de sistemas que para su constitución agotó largos lapsos de tiempo. El dinamismo de la realidad actual atropella cualquier estructuración de la realidad según parámetros previamente establecidos y rigidizados por sistemas no-dinámicos. Innerarity lo llama “La tiranía del presente” aludiendo a la ventana cortoplacista que todo lo absorbe: “Nos encontramos en un régimen de historicidad en el cual el presente es dueño y señor absoluto. Es la tiranía del presente, es decir, de la actual legislatura, el corto plazo, el consumo, nuestra generación, la proximidad... Es la economía que privilegia la lógica financiera, el beneficio frente a la inversión, la reducción de costes frente a la cohesión de la empresa. Practicamos un imperialismo, que ya no es espacial sino temporal, del tiempo presente que lo coloniza todo.”

La exacerbación significativa del presente en detrimento de un futuro inmediato y más lejano, es un proceso correlativo; entre más lejos el futuro menor interés por él. Le pedimos al presente cosas que no estamos dispuestos a esperar para después. La política y el marketing del consumo comparten este fuerte vicio, la hegemonía de la inmediatez. A pesar de que las consecuencias de las decisiones políticas desembocan más claramente en futuros lejanos, nuestro único enfoque de interés sigue siendo la fugacidad del presente y su narcotizante efecto distractor.

La explicación de este “presentismo” omnipresente, en política, es variada y múltiple, pero como factor principal se podría establecer la ciclicidad de los períodos electorales. La acción política está fuertemente parasitada por el interés de “permanencia en el poder”, de allí el populismo, las medidas cortoplacistas y el desafecto por medidas con resultados a largo plazo, que podrían beneficiar a otras personas de la escena política. También hay que mencionar que la disminución de este horizonte temporal en las políticas públicas no es algo sólo de los políticos, sino también de los electores; la miopía es compartida en la medida que nadie conoce el futuro y no sabe si estará en él.


El velo ideológico

Hegel: «Todo lo real es racional, y todo lo racional es real»

En el mundo que viene no habrá lugar para los charlatanes, demagogos e ideólogos. Un mundo lleno de estadísticas e indicadores interconectados que permitirán medir casi cualquier cosa no necesitará a nadie tratando de justificar ideológicamente lo que pretende hacer; medir la eficiencia de cualquier gestión de gobierno o los efectos positivos de alguna medicina en el organismo será algo cada vez más común, al alcance de todos. Los rodeos retóricos formaron parte de otra época donde la realidad no era medible. Esa distancia entre la realidad y nuestra representación sobre ella, casi siempre distorsionada por profundos intereses manipuladores, será cada vez más pequeña, más cercana y más transparente.


Para Marx, y luego para Ricouer, toda ideología supone dominación, y además supone una “función distorsionadora”. Toda ideología es conservadora por principio, porque busca entender la realidad desde su única perspectiva, y la manipula para que ésta encaje en dichos patrones, y si no encaja, la desecha, la desentiende. Clasificar el mundo a través de las ideologías que conocemos supone una reducción del potencial epistemológico con el cual podemos comprender la realidad. Con una realidad tan contaminada de falsas interpretaciones, para conocer -decía Gaston Bachelard- siempre hay que oponerse a algo. Basta de discusiones estériles que no llevan a nada, de dogmas irracionales que suponen que unos tienen la razón y el resto está equivocado. Salgamos de las cavernas, que a pesar de que lo deseado es la solidaridad, la buena voluntad y la fraternidad, al mundo lo mueven los intereses económicos y las relaciones de poder. Merecemos un mundo de adultos, donde la responsabilidad no se delegue. Alcancemos el ideal epicureista de que las ciencias acabarán con nuestros miedos irracionales. El advenimiento de una sociedad post-heroica supone la desacralización de muchas cosas, no sólo de nuestros héroes, sino también de nuestras creencias y dogmas. Debemos abandonar el asilo nostálgico donde reposan muchas de nuestra convicciones, es el reto de este nuevo siglo.

sábado, 23 de agosto de 2014

Postergando la modernidad

Comentaba en un tweet reciente que en Venezuela reciclamos nuestros errores para volver a cometerlos. Ya lo había visto Gunder Frank en los años 60 con su “desarrollo del subdesarrollo”. Él se refería a la aplicación, sin el menor análisis, de modelos sociales y económicos a las regiones subdesarrolladas del continente; en el contexto actual el título más bien sugiere el afán de nuestra clase política porque las cosas sigan igual o empeoren.

Ibsen Martinez, culmina su artículo de esta semana en El País, de España, diciendo: “Nuestro militarista siglo petrolero ha sido el largo viaje de una frase feliz hacia la nada”, refiriéndose a la frase: “Sembrar el petróleo”.

Nos perdimos 15 años con los ingresos petroleros más altos de nuestra historia. Lo único que incrementamos fue la corrupción, que ahora es descarada; la inseguridad, que ahora existe con la anuencia de las fuerzas públicas; la deuda interna y externa, que ya son impagables; la escasez, con la destrucción de todo el aparato productivo nacional; la inflación, que se tragó la ilusión de una moneda que se fortalecería por cambiarle el nombre. Hipotecamos el país más allá de la duración de este gobierno, lo cual es ilegal pero no hay nadie que aplique la ley porque la tenue línea que separaba nuestros poderes públicos se borró, y además lo celebran. Acabamos con toda la infraestructura pública de un país que prometía mucho más de lo que somos, la estabilidad de nuestros servicios públicos depende más de los fenómenos naturales que de las políticas de gobierno; un sistema eléctrico obsoleto y precario, un sistema de salud en bancarrota, un sistema judicial que avergüenza, un balance económico impresentable y una anacrónica clase política que se parece más a la de una república bananera que a la de un país petrolero del siglo XXI. Aspirando al siglo XXI y terminamos en el XIX; ésta ha sido nuestra historia, particularmente trágica e irónica.

viernes, 1 de agosto de 2014

Fidelizando a la disidencia

Varios factores delatan la radicalización de las posiciones políticas en Venezuela, especialmente del lado del gobierno. Hace pocos días, el presidente llama a un relanzamiento de algunas de las misiones que actualmente mantiene el gobierno; aunque no vamos a detallar aquí todas las críticas que se han esgrimido en torno al tema de las misiones, sería importante reflexionar, al menos, sobre lo que ésto ha significado para el desmantelamiento de la institucionalidad en el país, especialmente de sus ministerios. Por otra parte, las declaraciones que hace Giordani en su citadísima carta no son precisamente de arrepentimiento, más bien critica la falta de claridad y voluntad política por parte del gobierno en profundizar las medidas económicas que han acabo con el aparato productivo y la economía nacional, en 15 años. Esta radicalización de la posición política por parte del gobierno debe estar muy relacionada con la coyuntura de las votaciones internas del PSUV, ya que la crisis pasa factura por todos lados. Todo esto indica que al gobierno le importa poco lo que piense la oposición de su proyecto político, no le interesa convencer a nadie y le tiene sin cuidado las críticas que esto pueda desatar. También se afanan en la intensificación de controles sobre los precios, cuando es precisamente ésto, según los economistas, lo que ha ocasionado la crisis económica, otra señal de que el gobierno huye hacia delante.
Todo esto pareciera indicar que la radicalización del gobierno en contra de la opinión popular no es una consecuencia política de sus acciones, si no un interés particular por marcar distancia de los sectores críticos de la oposición.

En cualquier democracia moderna, los factores oficiales estarían obligados a negociar esta crisis con todos los sectores del país, incluida la oposición; no obstante, en Venezuela, el gobierno se empeñó en gobernar solo para una parte de la población, está aislado en su crisis. Lamentablemente para el país, la oposición también se encuentra distraída en sus guerras internas, de manera tal que no hay forma de capitalizar el descontento creciente en los sectores que apoyan al gobierno nacional.

Política Ancrónica

La impotencia de la clase política venezolana en plantear soluciones efectivas a la crisis actual responde a una visión premoderna de la realidad, caracterizada, en primer lugar, por una falta de profundidad sobre la realidad política, y luego, por una completa incomprensión de esa realidad enmarcada en un contexto mundial, además de una posición anacrónica y maniqueista que pretende clasificar a todos los actores político como buenos o malos (política como religión). El nivel intelectual de nuestra élite política es verdaderamente bajo; parece mentira que después de 15 años del fenómeno chavista y del despertar de la conciencia política que eso supuso para todos los venezolanos, nuestros intelectuales siguen discutiendo si esto se trata de un gobierno de izquierda o de derecha, o si la concentración de poderes por parte del presidente se podría considerar una dictadura férrea o una dictadura blanda. La falta de unidad en la oposición no responde sólo a la diferencia de intereses, también evidencia que nuestros actores políticos no tienen la capacidad de interpretar el momento actual; en el balance de estos últimos años pareciera haber mucha más claridad en sectores como la Iglesia o los estudiantes universitarios, que en la dirigencia política. Nuestra demora para ingresar al siglo XXI es más producto del atraso cultural que de la crisis económica; esta clase política no ha pasado por la ilustración, el racionalismo o la guerra fría, y su visión de la economía política se rige por principios decimonónicos y de perspectiva cortoplacista, además de una estructura mental de pensamiento mágico que pretende sustituir a la lógica convencional y al sentido común. Si tuviéramos que definir estos últimos 30 años en una sola palabra sin duda sería “anacronismo”, vivimos en una sociedad llena de anacronismos, nuestras soluciones son anacrónicas porque nuestra visión de la realidad es anacrónica. Debemos recuperar la lógica política, no puede haber una relegitimación de la acción política si esta no está alineada con la realidad.

lunes, 14 de julio de 2014

La inviable censura de Internet

Dos temas que han transcendido las diferentes etapas evolutivas de Internet han sido, por un lado, la Privacidad, recientemente atendida por los escándalos de Snowden y la NSA, con su antecedente de Wikileaks y el amigo Assange; y por el otro, el tema de la censura, que a pesar de no colmar los titulares de la primera plana, cuando a algún gobiernos se le ocurre decretar alguna burrada, entonces todo el mundo comienza a opinar, con más temor que conocimiento, sobre causas, efectos y las supuestas evidencias de una Internet que ha sido irrevocablemente bloqueada.

Desde el momento que algún gobierno u organismo pretende bloquear lo que un usuario visitará fuera de sus fronteras es como querer mantener cautivo a un prisionero que vive fuera de la cárcel y que además está recorriendo el mundo. Aquellas personas que creen que una red del tamaño de Internet puede ser censurada según sus intereses está partiendo de la falsa ilusión de que Internet es una cosa estática e inamovible, cuando realmente la mayor parte de lo que está siendo Internet cambia a cada segundo. No existe Internet como una gran red estática, es la red de redes, con millones de millones de dispositivos de diferentes tipos que reciben, procesan y envían información según los estímulos de sus usuarios o según algoritmos que han sido programados para que esto sea así.

Aquellos países que actualmente tienen un acceso restringido a Internet, como Siria, Eritrea, Irán, Birmania, Cuba o China; es porque han aplicado un principio donde todo, por defecto, está negado, excepto el acceso a determinadas páginas y recursos, en cuyo caso no podríamos hablar ni siquiera de Internet, sino que poseen acceso a una especie de red (no-internet) con recursos limitados donde no importa los cambios que esté afrontando Internet (ellos estarían al margen de eso); y el acceso a páginas externas a su red estaría limitado sólo a aquellas en la que controlan la línea editorial o las que son aparentemente inofensivas. Los países censuradores que no quieran aplicar este principio de “todo, por defecto, está negado” la tienen mucho más difícil, ya que ningún esfuerzo humano o material puede hacer seguimiento a lo que va cambiando en la red y mucho menos discriminar si esos cambios son o no convenientes para un gobierno.


En ambos casos las excepciones a las reglas que tratan de imponer son cada vez más, el efecto de “ley seca” que se crea al restringir accesos a cierta información hace que los mecanismos evasivos proliferen de manera altruista para ayudar a que todos, incluso los que pudieran no estar interesados, puedan ver lo que el gobierno está tratando de ocultar. Algunos estudios indican que en pocos años ningún país podrá hablar de una Internet censurada, estas intenciones que engreídamente adoptaron la forma de teorías y que hasta llegaron a ser leyes, morirán con aquellos que no supieron entender las cosas, que quisieron tapar el sol con un dedo y que pensaron que se enfrentaban a los mismos problemas del siglo XX.

viernes, 4 de julio de 2014

La destecnologización de un país

La historia política de cualquier país siempre está llena de muchas ironías. Ironías que se originan desde el momento en que el discurso político pretende preceder a una realidad que siempre se impone, y que además, lo niega. Ya Hitler decía, en su Mein Kampf, que las grandes masas sucumbirán más fácilmente a una gran mentira que a una pequeña. Basta profundizar sobre la propaganda política de lo que un gobierno hace alarde, y nos daremos cuenta de lo que realmente carece, lo que más promocionan como un éxito es realmente el mayor de los fracasos.

En el caso venezolano nos sobran ejemplos, comenzando por la consigna de: “Venezuela, potencia energética mundial” en un momento donde el país pasa por la crisis más fuerte del sistema eléctrico nacional, y los organismos internacionales alertan sobre el mínimo en los últimos 20 años de producción petrolera.


El área de las tecnologías pasa por un momento similar; el gobierno se afana por decretar la soberanía tecnológica apalancando con recursos públicos proyectos aislados, inorgánicos y que no pueden aportar nada en un país completamente desarticulado y sin rumbo fijo; además, con una crisis económica galopante que azota tanto a la empresa privada como al gobierno, y que no permite mantener una política seria y sostenida de tecnologización de los procesos. Una economía con múltiples diferenciales cambiarios que se distancian entre sí hasta en un 1000%. Esto hace que estemos llenos de celulares y tablets de última generación (a todos los precios), pero empresas públicas y privadas que afrontan serios deterioros en sus sistemas e instalaciones tecnológicas. Un importante Centro Comercial (CC) de la ciudad contrata personal de seguridad adicional para ayudar a personas con diversidad funcional a subir y bajar a los distintos pisos; sale más económico esto que arreglar ascensores y escaleras mecánicas. En otros CC, las máquinas dispensadoras de tickets de estacionamiento ya no funcionan, prefieren contratar personal para entregar papelitos escritos a mano; otra importante empresa, esta vez del sector público, no puede reponer sus lectores biométricos para marcaje del personal, entonces regresa a la carpeta y el bolígrafo para el registro de asistencia.

domingo, 5 de enero de 2014

Repensando el sistema (Democracia)

Cuando pienso en Democracia, es inevitable pensarla dentro de esos esquemas premodernos que en algún momento fueron muy útiles y que ahora que hemos logrado consolidarlos resultan de poca efectividad para resolver los nuevos problemas. Dentro de estos esquemas premodernos se encuentran por ejemplo las teorías económicas, los sistemas políticos, las teorías sociológicas, las estructuras gubernamentales que organizan una sociedad, y todos los sistemas que fueron pensados en circunstancias geográficas distintas, en situaciones demográficas que sobrepasaron hasta las estimaciones más atrevidas, cuestiones climatológicas que apenas comienzan a ser una preocupación, problemas que antes eran nacionales y que ahora sobrepasan todas las fronteras y deben abordarse globalmente; esto es, problemas que antes no se creían que podían ser problemas, situaciones inestimables que actualmente son muy vigentes pero que antes podían formar parte de la visión fatalista del algún loco ignorado.

Hablábamos de la democracia hace siglos atrás, como el gobierno de todos; aunque realmente es un gobierno de las mayorías con participación (en mayor o menor medida) de todos; ahora bien, imaginemos ese gobierno de las mayorías en un país como China, de más de 1.300 millones de personas, donde un 60% de la población, legítimamente, consigue gobernar por encima de una minoría, que a pesar de ser minoría, son al menos 500 millones de personas. Más allá de los mecanismos electorales y de participación popular, es inevitable que se constituya una hegemonía de esa mayoría legítimamente instaurada sobre una minoría que, a pesar de ser minoría, equivale a la población total de varios países. Si además pensamos que los planes políticos de esa oligarquía gobernante no podrían coincidir plenamente con los deseos de la mayoría que los constituyó, mucho más se alejarán estos planes de las intenciones legítimas de una minoría cuya voz se apagó desde el momento en que se polarizaron millones de personas.


Lo que está pasando es que entre más crece la población mundial, la libertad es cada vez menor, y nuestras teorías y sistemas se van tornando anacrónicamente ineficientes para poder atender los problemas actuales. Del impacto real de una Democracia que fue inventada hace miles de años, sólo quedan las buenas intenciones de un sistema que profesa la ilusión de que todos tenemos la posibilidad, igualitariamente, de desarrollarnos como persona.

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