lunes, 14 de julio de 2014

La inviable censura de Internet

Dos temas que han transcendido las diferentes etapas evolutivas de Internet han sido, por un lado, la Privacidad, recientemente atendida por los escándalos de Snowden y la NSA, con su antecedente de Wikileaks y el amigo Assange; y por el otro, el tema de la censura, que a pesar de no colmar los titulares de la primera plana, cuando a algún gobiernos se le ocurre decretar alguna burrada, entonces todo el mundo comienza a opinar, con más temor que conocimiento, sobre causas, efectos y las supuestas evidencias de una Internet que ha sido irrevocablemente bloqueada.

Desde el momento que algún gobierno u organismo pretende bloquear lo que un usuario visitará fuera de sus fronteras es como querer mantener cautivo a un prisionero que vive fuera de la cárcel y que además está recorriendo el mundo. Aquellas personas que creen que una red del tamaño de Internet puede ser censurada según sus intereses está partiendo de la falsa ilusión de que Internet es una cosa estática e inamovible, cuando realmente la mayor parte de lo que está siendo Internet cambia a cada segundo. No existe Internet como una gran red estática, es la red de redes, con millones de millones de dispositivos de diferentes tipos que reciben, procesan y envían información según los estímulos de sus usuarios o según algoritmos que han sido programados para que esto sea así.

Aquellos países que actualmente tienen un acceso restringido a Internet, como Siria, Eritrea, Irán, Birmania, Cuba o China; es porque han aplicado un principio donde todo, por defecto, está negado, excepto el acceso a determinadas páginas y recursos, en cuyo caso no podríamos hablar ni siquiera de Internet, sino que poseen acceso a una especie de red (no-internet) con recursos limitados donde no importa los cambios que esté afrontando Internet (ellos estarían al margen de eso); y el acceso a páginas externas a su red estaría limitado sólo a aquellas en la que controlan la línea editorial o las que son aparentemente inofensivas. Los países censuradores que no quieran aplicar este principio de “todo, por defecto, está negado” la tienen mucho más difícil, ya que ningún esfuerzo humano o material puede hacer seguimiento a lo que va cambiando en la red y mucho menos discriminar si esos cambios son o no convenientes para un gobierno.


En ambos casos las excepciones a las reglas que tratan de imponer son cada vez más, el efecto de “ley seca” que se crea al restringir accesos a cierta información hace que los mecanismos evasivos proliferen de manera altruista para ayudar a que todos, incluso los que pudieran no estar interesados, puedan ver lo que el gobierno está tratando de ocultar. Algunos estudios indican que en pocos años ningún país podrá hablar de una Internet censurada, estas intenciones que engreídamente adoptaron la forma de teorías y que hasta llegaron a ser leyes, morirán con aquellos que no supieron entender las cosas, que quisieron tapar el sol con un dedo y que pensaron que se enfrentaban a los mismos problemas del siglo XX.

viernes, 4 de julio de 2014

La destecnologización de un país

La historia política de cualquier país siempre está llena de muchas ironías. Ironías que se originan desde el momento en que el discurso político pretende preceder a una realidad que siempre se impone, y que además, lo niega. Ya Hitler decía, en su Mein Kampf, que las grandes masas sucumbirán más fácilmente a una gran mentira que a una pequeña. Basta profundizar sobre la propaganda política de lo que un gobierno hace alarde, y nos daremos cuenta de lo que realmente carece, lo que más promocionan como un éxito es realmente el mayor de los fracasos.

En el caso venezolano nos sobran ejemplos, comenzando por la consigna de: “Venezuela, potencia energética mundial” en un momento donde el país pasa por la crisis más fuerte del sistema eléctrico nacional, y los organismos internacionales alertan sobre el mínimo en los últimos 20 años de producción petrolera.


El área de las tecnologías pasa por un momento similar; el gobierno se afana por decretar la soberanía tecnológica apalancando con recursos públicos proyectos aislados, inorgánicos y que no pueden aportar nada en un país completamente desarticulado y sin rumbo fijo; además, con una crisis económica galopante que azota tanto a la empresa privada como al gobierno, y que no permite mantener una política seria y sostenida de tecnologización de los procesos. Una economía con múltiples diferenciales cambiarios que se distancian entre sí hasta en un 1000%. Esto hace que estemos llenos de celulares y tablets de última generación (a todos los precios), pero empresas públicas y privadas que afrontan serios deterioros en sus sistemas e instalaciones tecnológicas. Un importante Centro Comercial (CC) de la ciudad contrata personal de seguridad adicional para ayudar a personas con diversidad funcional a subir y bajar a los distintos pisos; sale más económico esto que arreglar ascensores y escaleras mecánicas. En otros CC, las máquinas dispensadoras de tickets de estacionamiento ya no funcionan, prefieren contratar personal para entregar papelitos escritos a mano; otra importante empresa, esta vez del sector público, no puede reponer sus lectores biométricos para marcaje del personal, entonces regresa a la carpeta y el bolígrafo para el registro de asistencia.

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