domingo, 21 de septiembre de 2014

En política nada es al azar

Para la oposición, la política es blanco o negra, no acepta matices, siempre es maniqueista y por lo tanto todo lo que viene del gobierno es malo. Basta que el gobierno dé un paso atrás y creen que están ganando terreno, porque no han entendido aquello de que el fin justifica los medios o que para alcanzar ciertos objetivos a veces hay que avanzar en zigzag. Para esta ilusa oposición el gobierno actúa de manera improvisada, con visión cortoplacista y sin proyecto político. Más bien pareciera que el único grupo político con un proyecto de país es precisamente el gobierno, lo ha manifestado públicamente, ha presentado documentación al respecto, y ha sido consecuente con la ejecución del mismo. Más allá de los desaciertos que hayan podido acumular en este tiempo, y de las torpezas con las que algunas acciones parecieran llevarse a cabo, el balance general para el gobierno no ha sido malo; todo esto si consideramos como fundamento básico de que el único proyecto importante para el gobierno es mantenerse en el poder, y toda la realidad y sus acciones políticas para modelarla están en detrimento de ese objetivo perpetuo. La oposición, en cambio, no tiene nada; luce desarticulada y ahogada en sus intereses, muchos de ellos con rabos de paja, y con una cultura política escasa o premoderna; lo que les impide, no sólo entender la realidad, sino ofrecer una respuesta oportuna ante la crisis.

Al margen de la diatriba política está la gente, la gente que según el IVAD es un 68,5% que padece los problemas de la escasez, la inflación (41,9%) y la inseguridad (72,3%), y que no los mueve ninguna idea política sino la necesidad de sobrevivir y el principio de conservación, gente que no entiende de izquierdas ni de derechas, sino de aumentos de precio y de cronogramas de racionamiento eléctrico.

Según el gobierno, las colas de gente esperando para comprar productos básicos son alentadas por la oposición con el fin de desestabilizar y crear caos, y para la oposición, el aumento de la gasolina es un punto de honor con el cual cumplirán sus profecías, y mientras tanto desatienden el aumento de otros productos básicos cuyo impacto es igual o mayor. Tanto la oposición como el gobierno piensan que todo el país está pendiente de lo que hacen y dicen, cuando las encuestas demuestran que la desafección política (para todos los bandos) es cada vez mayor.

domingo, 7 de septiembre de 2014

La electricidad del siglo XXI

Con tantas carencias que tenemos actualmente en Venezuela (desde la escasez de alimentos y productos básicos, pasando por la crisis del sistema de salud y hasta llegar a la crisis del sistema eléctrico nacional), hablar del deterioro en los sistemas que sostienen el servicio de Internet pareciera algo superfluo; sin embargo, hay gente para todo, y algunos de ellos trabajan para la Internet World Stats, una organización internacional sin fines de lucro que se encarga de recoger y analizar todos los datos y estadísticas relacionadas con la penetración de Internet en todos los países, velocidades de conexión, número de usuarios y cualquier otro dato que pudiera ser de interés en el análisis del impacto de las Tecnologías de la Información y Comunicación en el planeta. Según datos recientemente publicados por dicha organización, Venezuela reposa en el último lugar de Suramérica en lo que refiere a velocidad de acceso a Internet, con una velocidad promedio de 1,7 Mbps, por debajo de Bolivia, que se estanca en el segundo lugar con una velocidad promedio de 1,85 Mbps.

Podríamos reflexionar ampliamente sobre la evolución de las tasas de velocidad en el planeta desde que Internet se comenzó a popularizar a finales de los años 90 y cómo una tasa promedio de menos de 2 Mbps fue superada en Asia hace más de 10 años; sin embargo, la calidad del servicio de Internet, además de la velocidad de acceso implica muchas cosas más, podríamos resumir varias de ellas con la palabra “estabilidad”. Como es un elemento multifactorial es difícil ponderarlo para poder hablar en términos numéricos de la degradación en la estabilidad del servicio de Internet en Venezuela, mucho más cuando los referentes son estas organizaciones internacionales que sólo pueden manejar datos externamente medibles o provistos por organismos públicos de cada país. Podremos imaginar la puntualidad de Venezuela al proveer estas cifras relacionadas con Internet, cuando las cifras de inflación publicadas por el BCV y por mandato constitucional, no llegan.

La crisis en la estabilidad del servicio de Internet en Venezuela toca muchos puntos, a las empresas de telecomunicaciones públicas y privadas, a los usuarios caseros y empresas, y a los medios de acceso inalámbricos y por cable. Sus causas son muchas, la falta de oferta y de competencia, lo cual desemboca, inexorablemente, en un desincentivo por parte de las empresas en tratar de ofrecer un mejor servicio; y la falta de dólares que afecta todos los ámbitos de la vida nacional y que las empresas de telecomunicaciones necesitan para poder importar nuevos equipos o hacer mantenimiento a las plataformas existentes, por nombrar las más evidentes. Lo que sí es cierto y entendemos todos los que pasamos gran parte del tiempo en la web, es que Venezuela tiene uno de los servicios de Internet más pobres del planeta, no solo de Suramérica. La estabilidad del servicio es pésima, en los proveedores públicos y en los privados, en el acceso alámbrico y en el inalámbrico o móvil. Las empresas privadas se desgastan en luchas legales para las autorizaciones de operación en los canales de comunicación que requieren, el resto de sus energías las queman logrando las tramitaciones de divisas necesarias para poder operar aunque sea mínimamente, y todo esto bajo la amenaza constante de expropiación, cierre, o una venta imprevista por parte de los grupos económicos que están detrás de estas corporaciones y que, lógicamente, buscan defender sus intereses en un país donde las leyes cambian todos los días y nadie las respeta.

Internet es la “electricidad” del siglo XXI. No es posible concebir, actualmente, ningún desarrollo económico importante que no pase por el establecimiento de Internet como una infraestructura básica. Lamentablemente, en Venezuela, no hemos superado ni la estabilización del sistema eléctrico nacional, ni mucho menos el desarrollo de un servicio estable de Internet para sus usuarios.

La tiranía del presente

Hay una disposición natural en los sistemas de organización social que los incapacita para manejar la relación de la sociedad con su futuro. Un contexto de excesiva incertidumbre como el que vivimos actualmente es difícilmente interpretable por un sistema o conjunto de sistemas que para su constitución agotó largos lapsos de tiempo. El dinamismo de la realidad actual atropella cualquier estructuración de la realidad según parámetros previamente establecidos y rigidizados por sistemas no-dinámicos. Innerarity lo llama “La tiranía del presente” aludiendo a la ventana cortoplacista que todo lo absorbe: “Nos encontramos en un régimen de historicidad en el cual el presente es dueño y señor absoluto. Es la tiranía del presente, es decir, de la actual legislatura, el corto plazo, el consumo, nuestra generación, la proximidad... Es la economía que privilegia la lógica financiera, el beneficio frente a la inversión, la reducción de costes frente a la cohesión de la empresa. Practicamos un imperialismo, que ya no es espacial sino temporal, del tiempo presente que lo coloniza todo.”

La exacerbación significativa del presente en detrimento de un futuro inmediato y más lejano, es un proceso correlativo; entre más lejos el futuro menor interés por él. Le pedimos al presente cosas que no estamos dispuestos a esperar para después. La política y el marketing del consumo comparten este fuerte vicio, la hegemonía de la inmediatez. A pesar de que las consecuencias de las decisiones políticas desembocan más claramente en futuros lejanos, nuestro único enfoque de interés sigue siendo la fugacidad del presente y su narcotizante efecto distractor.

La explicación de este “presentismo” omnipresente, en política, es variada y múltiple, pero como factor principal se podría establecer la ciclicidad de los períodos electorales. La acción política está fuertemente parasitada por el interés de “permanencia en el poder”, de allí el populismo, las medidas cortoplacistas y el desafecto por medidas con resultados a largo plazo, que podrían beneficiar a otras personas de la escena política. También hay que mencionar que la disminución de este horizonte temporal en las políticas públicas no es algo sólo de los políticos, sino también de los electores; la miopía es compartida en la medida que nadie conoce el futuro y no sabe si estará en él.


El velo ideológico

Hegel: «Todo lo real es racional, y todo lo racional es real»

En el mundo que viene no habrá lugar para los charlatanes, demagogos e ideólogos. Un mundo lleno de estadísticas e indicadores interconectados que permitirán medir casi cualquier cosa no necesitará a nadie tratando de justificar ideológicamente lo que pretende hacer; medir la eficiencia de cualquier gestión de gobierno o los efectos positivos de alguna medicina en el organismo será algo cada vez más común, al alcance de todos. Los rodeos retóricos formaron parte de otra época donde la realidad no era medible. Esa distancia entre la realidad y nuestra representación sobre ella, casi siempre distorsionada por profundos intereses manipuladores, será cada vez más pequeña, más cercana y más transparente.


Para Marx, y luego para Ricouer, toda ideología supone dominación, y además supone una “función distorsionadora”. Toda ideología es conservadora por principio, porque busca entender la realidad desde su única perspectiva, y la manipula para que ésta encaje en dichos patrones, y si no encaja, la desecha, la desentiende. Clasificar el mundo a través de las ideologías que conocemos supone una reducción del potencial epistemológico con el cual podemos comprender la realidad. Con una realidad tan contaminada de falsas interpretaciones, para conocer -decía Gaston Bachelard- siempre hay que oponerse a algo. Basta de discusiones estériles que no llevan a nada, de dogmas irracionales que suponen que unos tienen la razón y el resto está equivocado. Salgamos de las cavernas, que a pesar de que lo deseado es la solidaridad, la buena voluntad y la fraternidad, al mundo lo mueven los intereses económicos y las relaciones de poder. Merecemos un mundo de adultos, donde la responsabilidad no se delegue. Alcancemos el ideal epicureista de que las ciencias acabarán con nuestros miedos irracionales. El advenimiento de una sociedad post-heroica supone la desacralización de muchas cosas, no sólo de nuestros héroes, sino también de nuestras creencias y dogmas. Debemos abandonar el asilo nostálgico donde reposan muchas de nuestra convicciones, es el reto de este nuevo siglo.

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