sábado, 23 de agosto de 2014

Postergando la modernidad

Comentaba en un tweet reciente que en Venezuela reciclamos nuestros errores para volver a cometerlos. Ya lo había visto Gunder Frank en los años 60 con su “desarrollo del subdesarrollo”. Él se refería a la aplicación, sin el menor análisis, de modelos sociales y económicos a las regiones subdesarrolladas del continente; en el contexto actual el título más bien sugiere el afán de nuestra clase política porque las cosas sigan igual o empeoren.

Ibsen Martinez, culmina su artículo de esta semana en El País, de España, diciendo: “Nuestro militarista siglo petrolero ha sido el largo viaje de una frase feliz hacia la nada”, refiriéndose a la frase: “Sembrar el petróleo”.

Nos perdimos 15 años con los ingresos petroleros más altos de nuestra historia. Lo único que incrementamos fue la corrupción, que ahora es descarada; la inseguridad, que ahora existe con la anuencia de las fuerzas públicas; la deuda interna y externa, que ya son impagables; la escasez, con la destrucción de todo el aparato productivo nacional; la inflación, que se tragó la ilusión de una moneda que se fortalecería por cambiarle el nombre. Hipotecamos el país más allá de la duración de este gobierno, lo cual es ilegal pero no hay nadie que aplique la ley porque la tenue línea que separaba nuestros poderes públicos se borró, y además lo celebran. Acabamos con toda la infraestructura pública de un país que prometía mucho más de lo que somos, la estabilidad de nuestros servicios públicos depende más de los fenómenos naturales que de las políticas de gobierno; un sistema eléctrico obsoleto y precario, un sistema de salud en bancarrota, un sistema judicial que avergüenza, un balance económico impresentable y una anacrónica clase política que se parece más a la de una república bananera que a la de un país petrolero del siglo XXI. Aspirando al siglo XXI y terminamos en el XIX; ésta ha sido nuestra historia, particularmente trágica e irónica.

viernes, 1 de agosto de 2014

Fidelizando a la disidencia

Varios factores delatan la radicalización de las posiciones políticas en Venezuela, especialmente del lado del gobierno. Hace pocos días, el presidente llama a un relanzamiento de algunas de las misiones que actualmente mantiene el gobierno; aunque no vamos a detallar aquí todas las críticas que se han esgrimido en torno al tema de las misiones, sería importante reflexionar, al menos, sobre lo que ésto ha significado para el desmantelamiento de la institucionalidad en el país, especialmente de sus ministerios. Por otra parte, las declaraciones que hace Giordani en su citadísima carta no son precisamente de arrepentimiento, más bien critica la falta de claridad y voluntad política por parte del gobierno en profundizar las medidas económicas que han acabo con el aparato productivo y la economía nacional, en 15 años. Esta radicalización de la posición política por parte del gobierno debe estar muy relacionada con la coyuntura de las votaciones internas del PSUV, ya que la crisis pasa factura por todos lados. Todo esto indica que al gobierno le importa poco lo que piense la oposición de su proyecto político, no le interesa convencer a nadie y le tiene sin cuidado las críticas que esto pueda desatar. También se afanan en la intensificación de controles sobre los precios, cuando es precisamente ésto, según los economistas, lo que ha ocasionado la crisis económica, otra señal de que el gobierno huye hacia delante.
Todo esto pareciera indicar que la radicalización del gobierno en contra de la opinión popular no es una consecuencia política de sus acciones, si no un interés particular por marcar distancia de los sectores críticos de la oposición.

En cualquier democracia moderna, los factores oficiales estarían obligados a negociar esta crisis con todos los sectores del país, incluida la oposición; no obstante, en Venezuela, el gobierno se empeñó en gobernar solo para una parte de la población, está aislado en su crisis. Lamentablemente para el país, la oposición también se encuentra distraída en sus guerras internas, de manera tal que no hay forma de capitalizar el descontento creciente en los sectores que apoyan al gobierno nacional.

Política Ancrónica

La impotencia de la clase política venezolana en plantear soluciones efectivas a la crisis actual responde a una visión premoderna de la realidad, caracterizada, en primer lugar, por una falta de profundidad sobre la realidad política, y luego, por una completa incomprensión de esa realidad enmarcada en un contexto mundial, además de una posición anacrónica y maniqueista que pretende clasificar a todos los actores político como buenos o malos (política como religión). El nivel intelectual de nuestra élite política es verdaderamente bajo; parece mentira que después de 15 años del fenómeno chavista y del despertar de la conciencia política que eso supuso para todos los venezolanos, nuestros intelectuales siguen discutiendo si esto se trata de un gobierno de izquierda o de derecha, o si la concentración de poderes por parte del presidente se podría considerar una dictadura férrea o una dictadura blanda. La falta de unidad en la oposición no responde sólo a la diferencia de intereses, también evidencia que nuestros actores políticos no tienen la capacidad de interpretar el momento actual; en el balance de estos últimos años pareciera haber mucha más claridad en sectores como la Iglesia o los estudiantes universitarios, que en la dirigencia política. Nuestra demora para ingresar al siglo XXI es más producto del atraso cultural que de la crisis económica; esta clase política no ha pasado por la ilustración, el racionalismo o la guerra fría, y su visión de la economía política se rige por principios decimonónicos y de perspectiva cortoplacista, además de una estructura mental de pensamiento mágico que pretende sustituir a la lógica convencional y al sentido común. Si tuviéramos que definir estos últimos 30 años en una sola palabra sin duda sería “anacronismo”, vivimos en una sociedad llena de anacronismos, nuestras soluciones son anacrónicas porque nuestra visión de la realidad es anacrónica. Debemos recuperar la lógica política, no puede haber una relegitimación de la acción política si esta no está alineada con la realidad.

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