La historia política
de cualquier país siempre está llena de muchas ironías. Ironías
que se originan desde el momento en que el discurso político
pretende preceder a una realidad que siempre se impone, y que además,
lo niega. Ya
Hitler decía, en su Mein Kampf, que las grandes masas sucumbirán
más fácilmente a una gran mentira que a una pequeña.
Basta profundizar sobre la propaganda política de lo que un gobierno
hace alarde, y nos daremos cuenta de lo que realmente carece, lo que
más promocionan como un éxito es realmente el mayor de los
fracasos.
En el caso venezolano
nos sobran ejemplos, comenzando por la consigna de: “Venezuela,
potencia energética mundial” en un momento
donde el país pasa por la crisis más fuerte del sistema eléctrico
nacional, y los
organismos internacionales alertan sobre el mínimo en los últimos
20 años de producción petrolera.
El área de las
tecnologías pasa por un momento similar; el gobierno se afana por
decretar la soberanía
tecnológica apalancando con recursos públicos
proyectos aislados, inorgánicos y que no pueden aportar nada en un
país completamente desarticulado y sin rumbo fijo; además, con una
crisis económica galopante que azota tanto a la empresa privada como
al gobierno, y que no permite mantener una política seria y
sostenida de tecnologización de los procesos. Una
economía con múltiples diferenciales cambiarios
que se distancian entre sí hasta en un 1000%. Esto hace que estemos
llenos de celulares y tablets de última generación (a todos los
precios), pero empresas públicas y privadas que afrontan serios
deterioros en sus sistemas e instalaciones tecnológicas. Un
importante Centro Comercial (CC) de la ciudad contrata personal de
seguridad adicional para ayudar a personas con diversidad funcional a
subir y bajar a los distintos pisos; sale más económico esto que
arreglar ascensores y escaleras mecánicas. En otros CC, las máquinas
dispensadoras de tickets de estacionamiento ya no funcionan,
prefieren contratar personal para entregar papelitos escritos a mano;
otra importante empresa, esta vez del sector público, no puede
reponer sus lectores biométricos para marcaje del personal, entonces
regresa a la carpeta y el bolígrafo para el registro de asistencia.
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