viernes, 30 de abril de 2010

La distopía venezolana

Venezuela ha comenzado esta primera década del siglo XXI de una manera accidentada; con un gobierno anacrónico, que heredamos del siglo XX y que ya debería formar parte de nuestro pasado. La consigna del Presidente para este ciclo bicentenario es que “Hay que volver a Carabobo”, como si el futuro estuviera hace 200 años. El país está cada vez más dividido, la inseguridad disparada, la inflación no tiene control y ya suma 750% desde los inicios de este gobierno; inauguramos el 2010 con unos racionamientos eléctricos que ya tienen 4 meses y según informa el Presidente, se extienden al menos 2 meses más; las expropiaciones ya no asombran a nadie aunque debilitan aún más la economía, miles de personas salen del país golpeados por el desempleo y la inestabilidad política, la devaluación no tiene frenos, ni con las políticas económicas ni con los actos simbólicos como el cambio de la denominación monetaria, de la cual ya conocemos los resultados. Nuestro destino depende de un sector de la población inestable políticamente, escépticos y muchas veces cómplices de lo que critican. Estamos en una crisis política, pero además es una crisis social y cultural; agonizamos por la enfermedad de un modelo caduco que no hemos podido superar, el modelo petrolero, que no solo ha determinado nuestra economía, sino además la identidad del venezolano, el despilfarro, la improvisación, el chouvinismo, y gracias a este petróleo, pendemos siempre entre la abundancia y la escasez. La palabra “distopía” refiere una utopía negativa, perversa, donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal o utópica. La palabra fue utilizada por John Stuart Mill en un discurso ante el Parlamento Británico en 1868 y ahora recobra vigencia cuando hacemos el balance de la realidad venezolana. Las elecciones de septiembre tiene tantos escenarios como candidatos, y con la radicalización de Chávez y la ingerencia de los cubanos en todos los rincones del gobierno, las instituciones y hasta las fuerzas armadas, los venezolanos no sabemos a donde mirar. No hay duda que cualquier solución, tanto del oficialismo como de la oposición, debe pasar por el diálogo y el entendimiento, es el único futuro posible.

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