domingo, 7 de septiembre de 2014

El velo ideológico

Hegel: «Todo lo real es racional, y todo lo racional es real»

En el mundo que viene no habrá lugar para los charlatanes, demagogos e ideólogos. Un mundo lleno de estadísticas e indicadores interconectados que permitirán medir casi cualquier cosa no necesitará a nadie tratando de justificar ideológicamente lo que pretende hacer; medir la eficiencia de cualquier gestión de gobierno o los efectos positivos de alguna medicina en el organismo será algo cada vez más común, al alcance de todos. Los rodeos retóricos formaron parte de otra época donde la realidad no era medible. Esa distancia entre la realidad y nuestra representación sobre ella, casi siempre distorsionada por profundos intereses manipuladores, será cada vez más pequeña, más cercana y más transparente.


Para Marx, y luego para Ricouer, toda ideología supone dominación, y además supone una “función distorsionadora”. Toda ideología es conservadora por principio, porque busca entender la realidad desde su única perspectiva, y la manipula para que ésta encaje en dichos patrones, y si no encaja, la desecha, la desentiende. Clasificar el mundo a través de las ideologías que conocemos supone una reducción del potencial epistemológico con el cual podemos comprender la realidad. Con una realidad tan contaminada de falsas interpretaciones, para conocer -decía Gaston Bachelard- siempre hay que oponerse a algo. Basta de discusiones estériles que no llevan a nada, de dogmas irracionales que suponen que unos tienen la razón y el resto está equivocado. Salgamos de las cavernas, que a pesar de que lo deseado es la solidaridad, la buena voluntad y la fraternidad, al mundo lo mueven los intereses económicos y las relaciones de poder. Merecemos un mundo de adultos, donde la responsabilidad no se delegue. Alcancemos el ideal epicureista de que las ciencias acabarán con nuestros miedos irracionales. El advenimiento de una sociedad post-heroica supone la desacralización de muchas cosas, no sólo de nuestros héroes, sino también de nuestras creencias y dogmas. Debemos abandonar el asilo nostálgico donde reposan muchas de nuestra convicciones, es el reto de este nuevo siglo.

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